miércoles, 12 de mayo de 2010

a la vuelta de la esquina

A la vuelta de la esquina

Hace unos días el tema era la política, las derechas, las izquierdas, los por qué, las lamentaciones y celebraciones, la escisión por mitades y las rabias sordas: no estábamos preparados para que nos cambiaran la conversación hacia algo tan trascendental como el simple hecho de abrazarnos y celebrar estar vivos y vivas tras la devastación.
Somos el sur del mundo y es dolorosa la manera en que la tierra nos lo recuerda, cuando ya nos creíamos el cuento del desarrollo, del mejor ingreso per capita, de la conectividad y la tecnología. Habíamos construido un país que intentaba desesperadamente olvidar sus estados de precariedad, su pasado, sus vínculos con la pobreza; que en nuestras precariedades y fortalezas también somos naturaleza, que nos vigila el mar, la tierra, los volcanes. Vivíamos una ilusión olvidando hasta la propia memoria, en pos de una modernidad que nos llevaría por delante hacia el norte de las cosas, ese norte donde esta lo bueno, los bienes tangibles, el poder.
Y la tierra se estremeció sacudiéndose de nosotros, arrojando de su lomo indómito nuestra obstinada manera de arraigarnos. Centenares de compatriotas no volvieron y las ciudades fueron maderos flotando a la deriva, sillones sobre las playas, autos encaramados sobre techos, agua sucia, duelos nacionales, emergencias.
Yo estaba lejos de Chile y vi la prensa del mundo mostrándonos como saqueadores, animales ansiosos, vándalos: tercer mundo derrotado y lamentable, con especuladores que revenden el agua y que estafan desde las inmobiliarias. El sinsentido se apoderaba de los desesperados sin agua, luz, ni comida. Los uniformes volvían a las calles, las armas apuntaban a mis compatriotas que rasguñaban las puertas inexpugnables de los supermercados en un sur que ya no existía sino en sus escombros. La prensa amarillista feliz de exhibir el horror, para fomentar la próspera industria del miedo.
Pero no somos eso, ni les daremos el gusto de vernos vencidos. Porque a diario se reconstruyen escuelas, vecinos y vecinas se unen para compartir bienes y carencias, las comunidades se organizan y la red social empieza a trabajar en su cometido de fortalecimiento y lucha.
Este es el Chile que levantaremos todos y todas, con las lecciones que haya que aprender de los desastres, con la redención de volver a empezar cuantas veces sea necesario. Porque somos mejores de lo que habitualmente creemos, porque sabemos abrazar causas justas y reír poco a poco, suavecito, para volver a montarnos sobre el lomo de nuestra historia.
Debemos encontrar en nuestro interior la lealtad, la solidaridad, la búsqueda del bien común, para rehacer nuestro país y llevarlo hacia adelante, con la porfía característica de los que nos levantamos una y mil veces. Hay un futuro, lo sabemos y debemos ir en pos de él. No importa cuan larga sea la tarea, la lección debe ser aprendida. Cuando reconstruyamos esa esquina, el futuro estará a la vuelta de ella.

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